Arrancarse a mordiscos los gusanos
inoculados por los dioses
de la dorada corrupción;
devorar
con colmillos hambrientos de victoria
el germen del esclavo
para que resucite la esperanza;
vomitar la sangre intolerante
y desangrar la indiferencia;
desclavarse la estaca
mediática del miedo
y salir del ataúd de la apatía
que entierra nuestros sueños.
Devorarse sin pausa ni fronteras
con la boca insaciable de la Vida
contra el Imperio de la Muerte.